REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
UNIVERSIDAD ROMULO GALLEGOS
AREA DE POSTGRADO
DOCTORADO EN CIENCIAS DE LA EDUCACIÒN
CIENTIFICISMO Y TRANSFORMACION UNIVERSITARIA
(ARTICULO CIENTIFICO)
FACILITADORA: DRA Feryeny Padrino
PARTICIPANTE: José Aquiles Lugo
C.I.
7321213
Valle de la Pascua Abril de 2012
Cientificismo y
Transformación Universitaria
José Aquiles Lugo G
Resumen.
Es relevante mencionar que uno
de los aspectos medulares de la razón de ser de las instituciones universitarias
se remite a la producción de conocimiento, a través de investigaciones las
cuales no solo deben responder a las necesidades del colectivo intra y extra
universitario sino que deben contribuir a
fortalecer y a renovar la
docencia. Sin embargo esta función pareciera haber quedado relegada o estancada ya que muchos Investigadores no
investigan, no producen conocimiento, mientras que otros investigadores no
consideran las necesidades de la comunidad para realizar sus investigaciones,
convirtiéndose en un Cientificista, es el investigador que se ha adaptado a un
mercado científico, renunciando a asignarle significado social a su actividad,
desvinculándose de los problemas políticos, y entregándose de lleno a su ‘carrera’, aceptando para ella
las normas y valores de los grandes centros internacionales, los cuales no
representan la realidad del país. El
cientificista para ser aceptado en los altos círculos de la ciencia debe
dedicarse a temas más o menos de moda, pero como las modas se implantan en el
norte siempre comienza con desventaja de tiempo careciendo frecuentemente de pertinencia social.
Palabras
Claves: Ciencia, Cientificismo, Investigación, Transformación Universitaria, Pertinencia Social,
Conocimiento.
ABSTRACT
It is worth mentioning that one of the core
aspects of the rationale of universities refers to the production of knowledge
through research which should not only meet the needs of the group within and
outside the university but must contribute to strengthen and renovate teaching.
However this feature seems to have been relegated or stagnant since many
researchers do not investigate, do not produce knowledge, while other
investigators did not consider the needs of the community to do their research,
making scientism, is the researcher who has adapted to a scientific market,
giving meaning to assign social activity, unrelated to political problems, and
giving himself to his 'career', accepting for her norms and values of the
great international centers, which do not represent the reality of the country
. The scientistic to be accepted into the highest circles of science should be
devoted to topics more or less fashionable, but as the fashions are implanted
in the north always starts with a disadvantage of time often lack social
relevance.
Keywords: Science, Scientism, Research, university
transformation, social relevance, Knowledge. Social Linking
Introducción.
En épocas recientes
así como en otras lejanas se ha hablado de la Transformación Universitaria, de
su necesidad, importancia e
impostergabilidad, muchas
instituciones de Educación Universitaria afirman hoy como lo hicieron ayer que
están en constante renovación, apreciación que analizándola a profundidad no ha
pasado de ser un slogan. Enfatiza Cereijido
que la ciencia es una forma de interpretar la realidad sin recurrir a
milagros o dogmas, pero que lamentablemente la gente no solo confunde frecuentemente información con
conocimiento sino que consideran ciencia
e investigación como sinónimos. A pesar de la gran cantidad de Postgraduados,
Doctores y Postdoctores hoy en día se realiza
muy poca investigación y la poca que se realiza no responde a las
necesidades de las instituciones, a las necesidades de los colectivos Varsavsky manifiesta que clasifica en cuatro las actitudes de los científicos frente al
sistema vigente: “fósil” o reaccionaria
pura en primer término; “totalitaria”,
es decir stalinista estereotipada, en
segundo término; en el tercero, la
posición “reformista” o defensora del sistema en su forma más moderna y
perfeccionada, que admite entre otras cosas críticas “razonables”; y por último en el orden de presentación pero
no de importancia, la posición “rebelde” o revolucionaria, intransigente ante
los defectos del sistema y ansiosa por modificarlo todo desde una perspectiva
nacional, que responda a una necesidad sentida del colectivo donde se
desarrolla la investigación. El Cientificismo ha venido dominando el escenario
académico nacional y en palabras de Cereijido
también el escenario académico suramericano. Para Varsavsky el Cientificismo es la actitud del
que, por progresar en esta carrera científica, olvida sus deberes sociales
hacia su país y hacia los que saben menos que el. Resalta este autor que el
mayor peligro lo constituyen los docentes o investigadores “fósiles” quienes
son incapaces siquiera de ser Cientificistas.
DESARROLLO
Sin una nueva visión de la
investigación no es posible la transformación universitaria El rol de la
investigación en la mayoría de las universidades no solo venezolanas sino
latinoamericanas ha extraviado su pertinencia social respondiendo en muchos
casos a modelos, propuestas y necesidades foráneas y en otros a intereses
personales del investigador perdiéndose así una brillante oportunidad de satisfacer las
necesidades del colectivo. La transformación, los cambios, no se decretan sino
que se construyen por lo que el docente debe ser garante y promotor de estas
innovaciones. Varios autores han clasificado en cuatro las actitudes de los docentes-científicos en las
instituciones educativas frente al sistema
vigente: “fósil” o reaccionaria pura en primer término; son aquellos
docentes que no aportan nada, pero si se quejan y lo critican todo y que con la
única función que cumplen parcialmente es con la docencia. “totalitaria”, es decir stalinista estereotipada, en segundo término;
defienden el sistema actual como un dogma, no aceptan ningún tipo de cambios, en el tercero, la posición “reformista” o
defensora del sistema en su forma más moderna y perfeccionada, que admite entre
otras cosas críticas “razonables” ,en algunos aspectos, que pudieran contribuir
,según su criterio, a optimizar las condiciones universitarias; se atribuyen
como uno de sus logros el “combate” contra los fósiles .
Por último en el orden de
presentación pero no en de importancia, la posición “rebelde” o revolucionaria,
intransigente ante los defectos del sistema y ansiosa por modificarlo todo
desde una perspectiva nacional. Son los docentes o científicos cuya
sensibilidad política los lleva a rechazar el sistema social reinante en
nuestro país y en toda Latinoamérica. Lo consideran irracional, suicida e
injusto de forma y fondo; no creen que simples reformas o ‘desarrollo’ puedan
curar sus males, sino sólo disimular sus síntomas más visibles. No aceptan sus
normas y valores ,copiados servilmente, para colmo, de modelos extranjeros; no
aceptan el papel que el sistema les asigna, de ciegos proveedores de
instrumentos para uso de cualquiera que pueda pagarlos, y hasta sospechan de la
pureza y neutralidad y apoliticismo de las élites científicas internacionales
al imponer temas, métodos y criterios de evaluación. A estos científicos
rebeldes o revolucionarios se les presenta un dilema clásico: seguir
funcionando como engranajes del sistema, dando clases y haciendo investigación ortodoxa
o abandonar su oficio y dedicarse a preparar el cambio del sistema social como
cualquier militante político. El compromiso usual ante esta alternativa extrema
es dedicar parte de tiempo a cada actividad, con la consiguiente inoperancia en
ambas. Este dilema tiene una arista,
mencionada muchas veces pero a nivel de slogan: usar
la ciencia para ayudar al
cambio del sistema, tanto en la etapa de lucha por el poder como en la de
implementación ,y definición concreta previa del que lo va a sustituir.
El
valor de un científico, el valor de la investigación de un docente
universitario debería medirse por la calidad de su trabajo, la originalidad de
sus ideas y la influencia que ellas tienen sobre sus colegas, por su capacidad
de formar y estimular a otros más jóvenes, de crear escuela, por la intensidad
y continuidad de su esfuerzo, por la respuesta que pudiera brindar a la
comunidad. Desdichadamente se mide de una manera muy acorde con su ideología, usando como
instrumento principal el “paper”, artículo publicado en una revista
científica. El paper tiene una cantidad de ventajas, aparte de exponer
los resultados del trabajo en forma concreta e inteligible. Se puede contar
cuántos publica cada científico por año, de qué
tamaño
son y en qué categoría de revistas ha aparecido. El número de veces que un paper
es citado por otros mide su influencia; la lista de coautores ya da un
principio de jerarquización; permite mencionar la institución que proveyó los
fondos para el trabajo. La lista de papers publicados es el argumento
más directo y palpable para demostrar el éxito de un subsidio o la importancia
de un currículum vitae. Gracias a ellos la investigación científica
puede contabilizarse. Sin exagerar demasiado, podemos decir que lo que el
investigador produce para el mercado científico es el paper. Importantes, pero no tanto,
son la asistencia y comunicaciones a reuniones y congresos, las invitaciones a
dar cursos en instituciones prestigiosas, y sobre todo el reconocimiento
personal de los que ya pertenecen a la élite. Pero lo fundamental, lo
insustituible es el paper.
De ahí la ansiedad por
publicar, sobre todo al comienzo de la carrera científica. El número de
artículos publicados es tan importante como su contenido, y a veces más, pues
dado los miles de especialidades existentes es imposible hacer una evaluación
seria de todo lo que se publica. Se admite que la aceptación por una revista
especializada es garantía suficiente de calidad, y así aumenta el poder de los
editores y de los referees de esas revistas. En base a eso se ha creado
un mecanismo (criterio universalista, objetivo) de ingreso y movilidad
interna en este grupo social de científicos, controlado por una élite cuya
autoridad le deriva en parte de sus antecedentes científicos y en parte cada
vez mayor de su influencia sobre fundaciones y otros proveedores de fondos. En
Venezuela y en otros países hay una ‘carrera de investigador’, con múltiples
categorías en su escalafón. El paper es esencial para ascender, para
justificar los subsidios obtenidos, para renovar los contratos con las
universidades ‘serias’.El contenido del paper es más difícil de evaluar;
sólo hay un consenso sobre los muy buenos y muy malos. Para los normales, las
opiniones sobre su importancia relativa están frecuentemente divididas, y eso
da más preponderancia a los criterios ‘contables’. Este tipo de mecanismo
revela la influencia de las filosofías de tipo neopositivista, surgidas del
éxito de las ciencias físicas y del triunfo del estilo consumista. Aun los
científicos que se proclaman antipositivistas aplican esta filosofía al actuar
en su profesión. El ‘método científico’, criterios de verdad, validación
empírica, observables, definiciones operacionales, medición coincide en la
práctica con el método de las ciencias físicas, por la importancia de éstas en nuestro
estilo de vida, y el deseo de cuantificar se convierte en necesidad extrema.
Esta tendencia a usar
sólo índices cuantificables,como el número de papers, es ya mala en
Economía, peor en Sociología y Educación , pero se usa porque es ‘práctica’.Así
un informe de UNESCO (1968) afirma que los países subdesarrollados necesitan un
científico cada mil habitantes como mínimo, observación tan vacía como decir
que un hombre necesita respirar x moléculas por hora, sin especificar de qué
moléculas se trata. Si nuestros científicos llegasen a importar científicos
norteamericanos medios hasta completar esa cuota,estaríamos perdidos por varias
generaciones.El hecho concreto es, pues, que los logros científicos tienden
cada vez más a medirse por criterios cuantificables, lo cual supone ser
sinónimo de ‘objetivo’ y ‘científico’. Un resultado natural es la masificación
de la ciencia: cualquiera que se las haya arreglado para cumplir formalmente
con esos criterios, debe ser admitido en el grupo. Pero es bien sabido que el cumplimiento
de requisitos fijos requiere una habilidad poco relacionada con la inteligencia
y la sabiduría. Estas no molestan, al contrario, pero no son indispensables,
pues se trata sólo de
realizar
ciertos actos o rituales específicos que, como veremos, no son muy difíciles. De
paso, esa falacia de simplificación que consiste en describir un fenómeno
complejo mediante unos pocos índices –cuantificables o no,
es
un ejemplo más de la ‘ciencia universal’ para tratar de problemas fuera de las
ciencias físicas, debido a su insistencia en copiar los métodos de ésta. Es
evidente que los criterios universalistas como el I.Q., las notas de los
exámenes,
o el número de papers publicados, son más o menos satisfactorios para el
grueso de los casos. Pero cuando se trata de valorar el talento, es mucho más
importante no equivocarse en la pequeña minoría por encima de los ‘3 sigma’ de
desviación con respecto al promedio. Lo que ocurre es que este sistema social
no está realmente interesado en ese
problema;
prefiere definir el médico como interesado en poseedor de un diploma otorgado
por una Universidad reconocida, dejando en segundo término si realmente sabe
curar. Muchos creen aún que la capacidad de hacer un paper publicable es
capacidad suficiente de ‘sabiduría’, aunque aceptan que tener un diploma de
médico no es garantía de saber curar. He tenido que leer demasiados papers en
mi vida para compartir esa opinión. Creo que es garantía de algunas importantes
virtudes positivas: laboriosidad, tenacidad, need of achievement,
amor propio, aderezadas con una cierta dosis de inteligencia específica y gusto
por la ciencia. No es garantía de tener espíritu crítico ni ideas originales,
grandes o pequeñas.
Piénsese en lo
trillado y nítido del camino que tiene que seguir un joven para llegar a publicar.
Apenas graduado se lo envía a hacer una tesis o a perfeccionarse al hemisferio
Norte, donde entra en algún equipo de investigación conocido. Tiene que ser
rematadamente malo para no encontrar alguno que lo acepte. Para los graduados
de los países subdesarrollados hay consideraciones especiales, becas,
paciencia.Allí le enseñan ciertas técnicas de trabajo –inclusive a redactar papers,
lo familiarizan con el instrumental más moderno y le dan un tema concreto
vinculado con el tema general del equipo, de modo que empieza a trabajar con un
marco de referencia claro y concreto. Es difícil para los no investigadores
darse cuenta de la ventaja que esto último significa. Se le especifica incluso
qué tipos de resultados se esperan, o qué hipótesis debe probar o refutar.
Puede consultar con sus compañeros –a veces también con el jefe del equipo,
pero es más raro que sea accesible, porque está de viaje, o con problemas
administrativos, o porque es demasiado excelso para que se lo moleste,dispone
de la bibliografía y tecnología necesarias, escucha los comentarios de los
visitantes, y puede dedicarse a su trabajo tiempo completo. Cuando consigue
algún resultado, la recomendación de su jefe basta para que su trabajo sea
publicado en una revista conocida, y ya ha ingresado al club de los
científicos. Nótese que en todos estos pasos la inteligencia que se requiere es
más receptiva que creativa, y receptiva en el tema de que se trata, nada más
(en cuanto se tiene un poco más que eso, ya empieza uno a destacarse). El joven
recibe sus instrucciones de trabajo especificadas y la investigación procede
según reglas de juego establecidas de antemano (sé que esto provocará protestas
de todos los que se sintieron abandonados y perdidos durante los primeros meses,
al llegar a un laboratorio extranjero, pero traten de comparar esa sensación
con la de estar trabajando solos, en un lugar aislado, teniendo incluso que
elegir solos el tema de tesis y que juzgar solos la importancia del resultado).
Poca diferencia hay entre esto y sus estudios universitarios, salvo la
dedicación. Aquello de “90% de transpiración...” sigue valiendo, pero con 99,9.Si
en el curso de algunos años ha conseguido publicar media docena de papers sobre
la concentración del ión potasio en el axón del calamar gigante excitado, o
sobre la correlación del número de diputados socialistas y el número de leyes
aprobadas, o sobre la representación de los cuantificadores lógicos mediante
operadores de saturación abiertos, ya puede ser profesor en cualquier
universidad, y las revistas empiezan a pedirle que sirva de referee o comentarista.
Pronto algún joven se acerca a pedirle tema de tesis (o porque es bueno o porque
los buenos no tienen más lugar) y a partir de entonces empieza a adquirir gran importancia
su talento para las relaciones públicas.Pero aunque hubiera no uno, sino cien
de estos científicos por cada mil habitantes, los problemas del desarrollo y el
cambio no estarían más cerca de su solución. Ni tampoco los grandes problemas
de la ciencia ‘universal’.Los más capaces, los más creativos, sufren también la
influencia de este mecanismo, y sometidos a la competencia de la mayoría se ven
presionados a dedicar sus esfuerzos a cumplir esos requisitos formales, para
los cuales, justamente muchas veces no tienen habilidad. Y aunque el sistema
deja todavía muchos resquicios y oportunidades para los más inteligentes,
podemos decir por lo menos que no estimular la creatividad y las grandes ideas,
sino el trabajo metódico (útil pero no suficiente para el progreso de la
ciencia y la adaptación a normas establecidas).No es de extrañar que la masa
cada vez mayor de científicos esté absorbida por la preocupación de esa
competencia de tipo empresarial que al menor desfallecimiento puede hacerle
perder subsidios, contratos y prestigio, y se deje dominar por la necesidad de
vender sus productos en un mercado cuyas normas es peligroso cuestionar. Y eso
ocurre aunque políticamente está a veces en contra del sistema social del cual
el mercado científico es un reflejo.Y no es de extrañar tampoco que estos
últimos 45 años –una generación no hayan visto la aparición de ninguna idea del
calibre que nos dieron Darwin, Einstein, Pasteur, Marx, Weber,Mendel, Pavlov,
Lebesgue, Gödel, Freud o la pléyade de la mecánica cuántica.La ciencia de la
sociedad de consumo ha producido innumerables aplicaciones de gran importancia,
desde computadoras hasta órganos artificiales, pero ninguna de esas ideas emocionantes,
verdaderos momentos estelares de la humanidad, a que nos referimos
anteriormente. Esta es una afirmación que necesita muchas más pruebas que las
que puedo dar aquí, pero me parece indispensable hacerla, porque en la medida
en que sea cierta, la ciencia actual esta usufructuando indebidamente el
prestigio de obra humana universal que conquistó merecidamente la ciencia del
siglo XIX y el primer tercio del siglo XX, y eso deforma la visibilidad
política de los científicos. Cualquier especialista angustiado por publicar
antes que sus competidores, cualquier lector de revistas científicas generales
o de divulgación, quedará indignado ante la afirmación de la ciencia hoy no
avanza como la de ayer cuando su sensación es que le resulta imposible mantenerse
informado siquiera superficialmente de todo cuanto se hace.
Es verdad que la ciencia
actual avanza mucho en extensión. Pero lamentablemente avanza menos que antes
en profundidad (creo que la metáfora es clara, ya que no científica).Faltan
grandes ideas, o al menos hay escasez de ellas, sobre la diversidad y detalle.
La calidad se ha transformado en cantidad. En las ciencias humanas el panorama es más desolador
todavía. El uso indiscriminado de la estadística y la imitación acrítica de los
métodos de las ciencias físicas no permiten tener grandes esperanzas para el
futuro próximo. Hoy hay más científicos vivos que en toda la historia previa de
la humanidad, y disponen de recursos en cantidad más que proporcional a su
número. Con esos recursos adquieren aparatos y materiales maravillosos,
asistentes bien entrenados, bibliografía completa y rápida .Disfrutan de gran
prestigio y de sueldos nada despreciables. ¿Qué han producido con todas esas
ventajas? Toneladas de papers y muchos objetos, pero menos ideas que antes.
Todo este conjunto de
características de la investigación científica actual es lo que podríamos
llamar ‘cientificismo’. Resumiendo, cientificista es el investigador que se ha adaptado
a este mercado científico, que renuncia a preocuparse por el significado social
de su actividad, desvinculándola de los problemas políticos, y se entrega de
lleno a su ‘carrera’, aceptando para ella las normas y los valores de los
grandes centros internacionales, concentrados en un escalafón. El cientificismo
es un factor importante en el proceso de desnacionalización que estamos sufriendo;
refuerza nuestra dependencia cultural y económica, y nos hace satélites de
ciertos polos mundiales de desarrollo. El cientificista en un país subdesarrollado es un
frustrado perpetuo. Para ser aceptado en los altos círculos de la ciencia debe
dedicarse a temas más o menos de moda, pero como las modas se implantan en el
Norte, siempre comienza con desventaja de tiempo.
Atenta también contra la
transformación universitaria la
concepción cientificista del currículo que priva en nuestra educación,
los contenidos de cada disciplina autónoma y el libro de texto en que se
explicitan. Así, se supone que desde la misma disciplina se determinan los
contenidos a enseñar y su secuencia, estructurados a partir de la lógica
interna de cómo se han constituido los fundamentos de tal disciplina. La
enseñanza no se define desde los conocimientos disciplinares, pedagógicos y
didácticos del maestro, sino que se define externamente, desde comunidades
académicas especializadas, que determinan qué enseñar, con método único, con el
ánimo de formar para la ciencia, desde la ciencia, ignorando que una cosa es el
conocimiento de la ciencia, otra la ciencia que se enseña y otro diferente, el
conocimiento efectivamente estructurado por los estudiantes.
CONCLUSIONES
A manera de conclusión es importante resaltar
que la transformación universitaria y la pertinencia social de la investigación
tiene como primer eslabón al docente, quien debe estar consciente del rol que
debe desempeñar en estos tiempos de cambio para responder a las necesidades del
entorno. Se debe resaltar que hacer ciencia no es acumular información sino una
forma de interpretar la realidad y transformarla. La transformación no se
impone, se construye por lo que se debe propiciar, buscar, construir el
consenso para que se creen las condiciones para los cambios necesarios,
teniendo siempre claro que estos cambios deben comenzar en lo mas interno de
cada individuo, ya que nadie puede dar lo que no tiene, pero si cada uno de los
miembros de una comunidad universitaria esta dispuesto realmente a ceder un
poco, los cambios fluirán ,no se si afortuna o desafortunadamente pero esta
transformación debe partir desde el seno de cada comunidad universitaria quien la
debe percibir útil, necesaria y urgente en virtud de lo cual cada uno de sus
miembros da un paso al frente para mas que juntos, unidos propiciar los cambios
personales y institucionales que permitirán avanzar hacia la utopia necesaria.
REFERENCIAS
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Varsavsky, Oscar: Ciencia, política y
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